En alusión a la icónica pintura de Boticcelli, con una construcción, una época y contexto significativamente es una clara invitación a las reflexión y a la resignificación de lo femenino.
Esta obra ha sido realizada en el contexto de LUMINARIA 03

W.B., Mercado y Arte Contemporáneo
Lo tenía pensado, medio en broma medio en serio, como guiño integrador de los dos
mundos, por si me tocaba hablar el día de la clausura:
“Ya lo dijo Walter Benjamin…”
El supermercado es la forma de “reproducción técnica” de la compra de la comida. En el
Mercado tradicional, todavía hay Aura. Y somos testigos privilegiados de últimas
manifestaciones aún vivas (a punto de extinguirse, eso si) de una época anterior que ya
nunca volverá. Por ese sólo hecho ya es mágico. Nos colamos en algo que fuimos y que ya
nunca seremos. Estos días de montaje, me tocó sin querer, colarme en el ritmo del
mercado. Es un órgano vivo, que funciona, respira. Es un familia. Pude espiar a Raquel, la
encantadora y hacendosa “tendera” () del único bar del Mercado que queda abierto. Cómo cada mañana, consiente con el café a cada uno según su preferencia. A algunos se lo lleva al puesto, otros van a tomarlo con ella al bar. Hay un ritual. Cómo otra “puestera” deja pagado el Vermut a una clienta, para que se lo tome cuando quiera. Cómo Amador, (con ese nombre…) el carnicero más tierno que a ningún gran escritor se le haya ocurrido aún, me invita el café. Cómo son los diálogos, entre puestos. Existen líneas invisibles, canales de comunicación, ángulos desde donde se pueden ver y estar juntos cada uno sin salir de su puesto. Se tienen a tiro a través, literalmente, de otros puestos que ya están vacíos como caparazones vacíos de naves naufragadas. Los currantes de mantenimiento. La apertura de mente, la apuesta innovadora a discursos (los luminarios) a veces un poco “salidos de tono”, extravagantes o excesivamente “simples” que de todas formas son bien arropados por la Gerente. Una mujer joven, abogada, a la que nunca le falta la sonrisa en los ojos. Las rencillas, las estrambóticas resistencias a que las cosas se muevan un ápice, de algunas de las personas mayores, me recuerda a la seguridad que busca el niño al que se le lee un cuento en su obsesión porque no le cambies ni una coma. Las quejas de las clientas. El tono de voz del carnicero del Rayo. La afición a los libros del charcutero. Los amigos del pollero latino… La mirada crítica (de arte) del cuchillero. Una a una te cotejan. Un baño de “contemporaneidad” para estos artistas contemporáneos. La huella del pasado. Entrar dentro de una cámara frigorífica. Notar inquietantemente que entras perfectamente entero. Que haya muchos ganchos, muy grandes, con mucho uso, colgando dentro. El olor. Unas señoras mayores que saben muy bien cómo son las cosas y no se las callan. Para algo están en su territorio. La mirada piadosa que te echa una persona que trabaja desde hace 20 años de lunes a sábados de 8 a 14hs, cierra y vuelve a abrir de 17 a 20:30 hs y que el acceso de entrada a su puesto es una pequeña puerta, como esas que te llevan a otra dimensión, en la que prácticamente hay que arrastrarse para poder cruzar.
( ) La forma correcta es Comerciantes. Pero con esa palabra a mi me falta
algo.
Eulogia Merle








